Llevo no menos de 10 cambios de teléfono portátil. Telefonito. Empecé con aquellos enormes aparatos que había que portar con buenos músculos, hablar a los gritos y orientar la antena. Portátiles si, ladrillos portátiles. Ahora se habla en murmullo por auriculares intra oreja con aparatos que son cada vez mas chicos, perdón, error, eran cada vez mas chicos, porque al ponerles televisión y conexión satelital agrandaron la pantalla. Múltiple choise, múltiple negocio, múltiple cobro. Pagá para ver, pagá para oir. Pagá, bichito. Pagá ya. La tecnología es brutalmente sincera. Pagá y te conectamos..Cuando estas conectado estas dependiendo. De eso se trata.
Conozco sitios, domicilios donde una inmensa pantalla trae el último tema de las mas reciente banda, una película muy vieja y una comunicación telefónica muy digital cuatro o cinco G, tal vez mas, aumentan exponencialmente los servicios que ofertan. Que venden. Que compramos. Chau teléfono negro. Chau cabina telefónica.
Estamos prisioneros. Hola ¿me escuchás? Estoy mirando las Cataratas, te mando el video. Eso es magia. Yo escribía postales. Esperaba turno en la Central Telefónica. Creo que alucino. Despiértenme.
Una antigua profesora de siquiatría sostenía, hermosa mujer, nunca me animé a decírselo, ella decía: “el que no tiene telefonito y se hace llamar al fijo es el que ejerce el poder”. Repreguntada por el que no tiene telefonito y no lo llaman demoró pero respondió: “al que no lo llaman por teléfono es a un muerto. Está muerto.”
Me piden los telefonitos para una exposición. . Los tengo todos. Algunos de colección. Ni los presto ni los vendo. Nada. Son míos. Están llenos de llamados. Que respondí. Que me atendieron cuando llamé. Voces que ya no están, pero que al tenerlos cerca aún resuenan. Mi vieja, que no los entendía. Lalo llamando a cualquier hora. La Moni desde París. Vení, lo que cuesta vale, decía. No ganaría nada vendiéndolos. Perdería fantasmas, queridos sujetos del alma, muchos fantasmas. Nunca hay que entregarlos. El que entrega sus fantasmas perdió el alma. El alma es como la virginidad y los reyes magois.
Hay un primo con el que tengo culpas infantiles, se rompió la rama de la higuera en la que estábamos subidos a los 7 años (¿ a quien se le ocurre subirse a una higuera, tan débil…?) se cayó y se quebró el brazo. Fue mi culpa. Aún discutimos. No tiene telefonito. Mi primo es un contemplativo, los viernes al mediodía saca su pequeño bote de madera, un lanchón con motor de dos, uno, medio caballos vapor y tosiendo (el motor) se cruza a la isla. Una lanchita pof-pof. Un grupo de penitentes. Ja. Mate, yerba, cacharro para hervir el agua, vino, cuchillo, algo de pan y de sal, los avíos de pesca y hasta el lunes nadie los molesta. “Si me muero se darán cuenta porque no volví, si alguien se muere ya me buscarán y si no es de vida o muerte el lunes al mediodía estoy por ahí”. Sigue vivo “el Mario”. Sabio. Son formas de vida. Querer es poder. No puedo. Nunca pude. Ni radio llevan. Los envidio.