Sagrado

Es algo tan usual que no lo advertimos. Las paredes amanecen y/o atardecen con pintadas. Algunas sorprenden. Antes solo en los sitios menos públicos y mas contradictorios (baños públicos) se leían pintadas con frases atrevidas, muy atrevidas, excesivamente atrevidas.

Para seguir con la contradicción. En los baños públicos, donde se concurre privadamente a cuestiones indelegables e impostergables, cada uno ha leído (algunos y algunas las han, las hemos escrito) frases muy particulares y dibujos alusivos muy rupestres y poco elegantes. La elegancia, como parte del criterio estético, lo determinan quienes dominan, las clases dominantes imponen la moda, pero eso es un lío bárbaro de filosofía, sociología y otras yerbas. El baño público y sus leyendas son otra cosa. Allí esta el alma popular casi / casi al desnudo

Desde que recuerde (y llevo años recordando) una frase versificada me acompaña: …” en este lugar sagrado /donde acude tanta gente…”  la cuarteta se completa con las burdas referencias a la fuerza, la cobardía y su contra parte: la valentía. Hace referencia a la unificación gestual ante un momento que es común a  todas las razas y casi todas las especies.

Encontrar el tiempo, en un baño público, para textos que se relacionan con fechas, encuentros, excesos, sugerencias, invitaciones absolutamente privadas e incomprobables es una forma de dejar un mensaje a la posteridad. El que se quiere y puede. Que se entienda, que si se quiere se puede dejar un mensaje en todos los casos.

Todo acto, mas allá de la masticación, el sueño y la evacuación, es comunicación. Todo hecho artístico es un intento de extensión, de alta comunicación, de pretensión de inmortalidad. Primero respiramos, después queremos trascender. Caramba, la cultura es eso, che, es eso.

Les llaman grafitis, son pintadas en las calles de diversas cuestiones. Algunas excesivas, todas necesarias. Si no fuesen necesarias sus autores pasarían de largo. Es necesidad de expresión. Ya no alcanza con los baños y hemos superado, por mucho, el “vote a pirulo” y “retonto el que lee” (oiga, ya se que se usa otro vocablo, ya lo se) En las sierras arruinábamos piedras:”… aquí estuvo Pepe”. Sigue siendo inatajable la que indica: “libertad, en mi país, es una palabra que se escribe de luto en las paredes”. Insigne poeta. Buenas versiones de Jairo y Gian Francio Pagliaro.

Todos somos herederos de la primera tribu. Dejo la mano pintada en las cuevas de Altamira y alguien sabrá que existimos y así éramos. Dejo una frase usual, menor, fatigada de yerros y vulgaridades y también dejo mi testimonio. Así somos. Dejemos de lado la hipocresía del traje planchado, el almidón y la lavanda extranjera. El baño público no es otra cosa que una escribanía que da fe de cuanto somos capaces, en la absoluta intimidad, en un sitio que sabemos que visitarán después que nos vayamos y donde queremos dejar el testimonio existencial ¿no se advierte que el insulto es un mensaje? Claro, no es el mejor pero esto es cierto: es el verdadero. No hay otra obligación que el impulso. El impulso sagrado. A veces doloroso. En todos los casos necesario.