Se ha soltado el virus. Es para cualquiera la peste en mi pago. Quiero decir que cualquier Juan contagia a cualquier María, donde sea. En palabras de los especialistas. “Hay circulación comunitaria” de la peste en mi pago.
Vivir en mitad de una peste no es sencillo, bueno, vivir no es sencillo y reconocerlo nos lleva una vida. Las situaciones fuera de término, fuera del almanaque y la siembra, del tiempo de partos y cosechas, descoloca el reloj de la sociedad. La amenaza de una bala suelta, que a quien sea lo alcanza, entumece la razón. La peste es esto. Un raciocinio esclerosado.
Termina de complicarlo el pedido de solidaridad, que consiste en cuídate que me cuidas y peor: si sos joven y correteás por la plaza y el café terminarás trayendo el virus a mi puerta y mis pulmones. No lo revisamos, porque ya lo escribimos en el comienzo: esto es Bioy Casares recargado.
Se puede creer, es posible creerlo, que la situación de la Peste es una situación de guerra. Nos estamos acostumbrando a vivir en guerra. Otra guerra porque ya tenemos varias en juego. En mitad de las guerras personales, las de sectores, las de clase se encuentra esta guerra viral o antiviral que nos coloca como aliados en el silencio, la oscuridad, el cuidado mutuo.
Sobre esta peste, además, alguien nos gobierna. El escritorio manda: el buró y sus habitantes: la burocracia. Casi sin tiempo para conversar llevan la voz cantante de las otras cuestiones (dinero, kilovatios, fruta fresca, transportes) que nos ocupan que si y que si. Los que mueven esas palancas y esas cuentas nos tienen atados. De esto escribe un viejo habitante de la biblioteca.
«¿Cómo pueden ganar?, pensaba yo. ¿Cómo puede el nuevo mundo, lleno de confusión y desencuentros e ilusiones y deslumbrado por el espejismo de las frases idealistas, derrotar a la férrea combinación de hombres acostumbrados a mandar, a quienes une sólo una idea: aferrarse a lo que tienen?»
Nacido en una familia descendiente de portugueses, su abuelo era un comerciante de la isla de Madeira. Hijo natural del segundo matrimonio de un jurista y político republicano, amigo de Mark Twain y Edison/…/Con 18 años se unió al cuerpo de voluntarios de Richard Norton (sección 60) en su servicio de ambulancias para la Primera Guerra Mundial y al entrar Estados Unidos en la contienda se integró en el cuerpo de la Cruz Roja siendo destinado a Italia, estoy hablando (escribiendo) sobre John Roderigo Dos Passos (Chicago, Illinois, 14 de enero de 1896 – Baltimore, Maryland, 28 de septiembre de 1970) fue un novelista y periodista estadounidense. Estuvo también en la Guerra de España, precedente de la Segunda Guerra Mundial.
En los cuentos sobre la Guerra Civil Española su descripción de un español saltando a la trinchera, con la bayoneta calada para matar a otro español, que acepta su posición perdidosa y le pide “cojones” para que le clave la bayoneta aún me deslumbra… y mete miedo por la determinación que las guerras traen.
Siempre asombra esa descripción de la esperanza en las trincheras, salir a la descubierta porque la bala tocará a otro. El cáncer de pulmón es eso: yo fumo, pero el alquitrán de tabaco disparará el cáncer en el de al lado y no en mi pulmón.
Ahora hay mas conciencia, la peste en mi pago tiene, como contraindicación, caminar al cuete, veletearse sin ton ni son. Nos avisan. El que sale la trae a mi puerta.
La peste en mi pago es una bala suelta. Necesitaríamos un cronista de guerra como este escritor que saltó de la biblioteca y trae sus balas. Sus proyectiles como estos que ahora exhibo:
“Podéis arrancar al hombre de su país, pero no podéis arrancar el país del corazón del hombre”. … …. “La creación de una visión del mundo es el trabajo de una generación más que de una persona, pero cada uno de nosotros, para bien o para mal, añade su propio ladrillo”.
La Peste es, si se lo entiende sin generalatos absurdos, una guerra. Y una bala anda suelta. Está claro. Cronista de dos guerras el viejo escritor que describió Manhattan, lo aseguraba. ”El único elemento que puede substituir la dependencia del pasado es la dependencia del futuro”…. Me niego a creer que la peste venza al porvenir. Me niego. Aceptar el encierro es la opción. El virus no es una bala, dobla en cualquier esquina.