Muscari y el teatro después de La Peste

La Peste que avisó al mundo que no estábamos ni seguros ni a salvo nos dejó, en Argentina, desnudos y a los gritos. Otro lenguaje desde entonces, otro desparpajo, diferente comportamiento para con el vecino y las relaciones, que no fueron las mismas, y el cachetazo… que no se ha ido. Hay, claramente, una manera diferente de relacionarse con el propio cuerpo, lo que queda de él tras el desgaste diario y las relaciones. Los humanos no somos si no somos en relación, en vida de relación. Esto le da otro valor a Muscari. Y a su expresión mas valiosa, su teatro. Creo que su lugar aparece, visible y límpido, después de La Peste. Se terminaron las sospechas.

Muscari es un reciclador, un fenomenal cartonero, un Berni que, con trozos de antiguos objetos valiosos hacía collages, obras que lo trascendían. Hay artistas plásticos que hacen eso. El arte es una forma de comunicar y no existe si no hay uno…de acá y otro…de allá.

El teatro es eso, es arte con el de acá, que actúa y el de allá, que recibe un mensaje y lo decodifica y Muscari toma nombres valiosos y hace eso, los recicla y hace teatro para comunicar lo que tiene ganas.

Intuyo, no hay contacto personal con el autor, que muchos de sus trabajos tienen origen, perdón, tienen origen y destino final según quienes sean los participantes.

Norma Pons, Andrea Bonelli, Valentina Bassi, Adriana Aizemberg, Florencia Raggi, Martina Gusmán, Mimí Ardú, Lucrecia Blanco y Florencia Torrente, fueron parte de un Lorca bien, bien diferente.

Asombro sincero provocó – me provocó—ver retornar a Norma a sus verdaderas posibilidades (ya Gasalla había indicado el camino) y por afecto hacia las hermanas desde el silencio de quien simplemente mira, “banqué” a Muscari. Esa fue una muestra bien clara de quien recicla. Allí, además, había un texto que forma parte de la historia. Un Lorca. Tal vez el mas visitado de su dramaturgia.

Temporada 2023. Que fue lo que vimos. Eso. Reformular a las actrices que hacen la obra, ponerlas en Siglo XXI y aquí estamos..

“Una comedia sobre la inteligencia. Una Jueza de la Nación siente que su mente no funciona muy bien últimamente, por eso decide juntar a las mujeres más importantes de su vida para solicitarles su ayuda. Así se reúnen: su hija, con la que se sacan chispas; su hermana, con la que no se ponen de acuerdo; su abogada y amiga, con la que suelen discutir; y su mucama de toda vida, su verdadero apoyo.” Eso dice la gacetilla.

En la obra Perdida Mente el texto le pertenece. Le pertenece… en complicidad con el vocabulario de la esquina, el de muchos lugares conocidos del lenguaje de la calle y del conocimiento elemental de cuestiones de divulgación científica. Esa mezcla, también un “reciclado” de textos, es atrayente.

Concluyamos: Muscari toma nombres conocidos del espectáculo (en cualquiera de sus rubros) y textos que se acomodan a sus ideas porque esto es lo básico: Muscari tiene ideas y eso, en Argentina, es de un valor muy alto. Con todo hace un batido que se acepta y que, en la Argentina Pos Peste es una de las doscuestiones valiosas. Esta de Muscari y el Teatro Breve. Alguna vez hablaremos de el mini, micro o breve (teatro) que es el otro fenómeno Pos Peste.

No es parejo el trabajo en esta obra. Eso no importa: aplauden a las 5 actrices con igual fervor. Hay diferencias. Se nota la cantidad de teatro en las espaldas de Leonor Benedeto y Ana  María Picchio. Aquella chica de “La Torre” tiene tablados y shows y sólo le falta mas teatro: Patricia Sosa. Se la bancan en el escenario Karina K y Julieta Ortega que saben resolver el enigma Muscari: parece que contamos una cosa, pero en rigor es otra. No es el mismo nivel, pero para eso está Muscari que, como buen reciclador, adapta el qué decir con el cómo  decir según a quien le toque. En la Benedeto está el mensaje. En la Picchio esta la comedia del Arte.

Por debajo del lenguaje que mencionamos y los nombres que dan espalda, por el “grado de conocimiento” de sus intérpretes, la obra trae algo que es típicamente Siglo XXI. En Perdida Mente está la queja por lo que está mal en el orden concebido, pre concebido, el anhelo de cambiar y la impotencia por no lograrlo. Ni revolucionaria ni condescendiente, apenas la queja –  verdadera, ojo, verdadera – que todos entendemos y eso, hablando en taquilla, es valiosísimo.

Aleandro, Alterio, Darin  y aquel Alzheimer fue un punto alto, este es otro:  es una enfermedad tratada en teatro como un eje que atraviesa otras cuestiones: dinero, envidias, quejas rencillas, vidas que se enfrentan ante esto que se ve, pero que no tiene arreglo y, sin embargo, sucederá. No es poco. Muscari lo hizo.

Rebaja un puntaje ideal la caída en pequeños guiños de actualización mediática y cabe un interrogante: Mencionar a Feinnman, para dar un ejemplo claro, sirve al texto, es un guiño, era necesario. No me lo pregunte a mi, sólo soy periodista. Para Muscari si. Igual los churros o el dulce de leche de marcas muy marplatenses.

Apunto, me apunto en la duda, acaso su modo de concebir el teatro está allí. Los cómicos de la Legua, Arata, Fidel, Pepe Arias vivieron de eso… de cruzar la vida entera con la circunstancia.

En el Siglo XXI, pos Peste, deconstruirse y re construirse es la tarea y Muscari la emprende. Eso ya es valioso. Los aplausos aumentan el valor del riesgo. Los obtiene. La obra se presenta en el Atlas.

José María Muscari (Buenos Aires, 13 de noviembre de 1976) es un actor, dramaturgo y director argentino. Creo que ahora, que estamos en el Siglo XXI, se tomara lo suyo como lo que es, teatro con lo que sobrevivió.

Nota: ayuda en el texto Mariela Asensio. Muscari es sabio hasta en eso: sabe pedir ayuda. Vivir este siglo no es fácil. Los aplausos también ayudan. Ayudan mucho.