Debido a estas cuestiones de los mínimos encuentros sociales, que en determinados sitios del país se pueden hacer y en otros no, apareció un costado totalmente retrasado en las relaciones en mitad de la peste en mi pago. Las fiestas de cumpleaños.
Recordé el mío en un marzo insufrible, porque justo antes del otoño los de aries quedamos atrapados, encerrados y, desde el 20 de marzo, cuando el verano cerraba hasta esta fecha en que escribo, todos los cumpleaños fueron demorados. En algunos casos se extrañan los regalos, pero eso es una verdadera maldición y un reclamo y un ojalá lo traiga o lo envíe.
Aviso, tal parece que llegaremos al invierno, al mismísimo 21 de julio, para concluir que toda una temporada otoñal el coronavirus se la fumo solo.
He recibido fotos de familias de 3, padre, madre e hijo, soplando una velita ficticia y soñando que en ése living apareciesen, en ese patio también, apareciesen familiares.
Es que el cumpleaños reviste el carácter de festejo diplomático. Hasta el mal querido tiene derecho a presentarse y que lo saluden.
La tía indiscreta, la sobrina revoltosa. Los peleados pactan una tregua.
En estos cumpleaños, en el otoño atravesado de coronavirus, nadie queda excento de lamentarse. Lo que el coronavirus provoca se queda en el coronavirus y ha provocado, ciertamente, la sensación de un otoño perdido.
Si buscamos entre nuestras memorias esa sensación, la de día perdido, vacación malograda, cada caso trae feos recuerdos. Indulgencias, pero de ningún modo alegría.
El coronavirus, de modo muy claro, es una peste que se resuelve en primer modo con un acto: es un encierro y el encierro en casi todas las civilizaciones simboliza castigo.
El cumpleaños, en casi todos los grupos sociales, los que venían del Siglo XX y los de mas atrás también, tienen un claro símbolo de alegoría. Es el nacimiento.
Quisiera quedar fuera de sicologismos, “siquiatrismos”, conductismos e interpretaciones de múltiples ciencias concurrentes. Lejos de mi un análisis riguroso
Digo, de modo claro y contundente: en el hemisferio sur el coronavirus, la sociedad y sus mecanismos para defenderse de la partícula, nos han quitado un otoño de modo directo y un montonazo de fiestas de cumpleaños de modo indirecto pero inapelable. Se fueron.
El tango, de modo muy directo, refiere buena parte de sus textos a la nostalgia. Algunos piensan mas amargamente y le añaden la tristeza, quedémonos en que el tango es nostalgia. Nostalgia sin coronavirus
…”Thick wall, red ink in thegray of yesterday…”…”Where might my suburb be?…Who stole my childhood…?
Paredón, tinta roja en el gris del ayer… Donde estará mi arrabal?… Quien se robó mi niñez?…
Tinta roja (tango) Tinta roja es un tango cuya letra pertenece a Cátulo Castillo en tanto que la música es de Sebastián Piana. Fue grabado por Francisco Fiorentino con la orquesta de Aníbal Troilo el 23 de octubre de 1941 para RCA Victor y, posteriormente, por otros artistas… La traducción es un pequeño juego robando material de internet.
El coronavirus da tiempo, en el encierro, para buscar antecedentes de la misma pregunta. Alguien se robó este otoño en el hemisferio sur. Cátulo Castillo, hijo de José González Castillo, alguna vez habitante de estos pagos rosarinos, es el que reclama por mas que un otoño, reclama por una niñez. Ojalá el coronavirus no llegue a tanto…