Asistí al espectáculo denominado Beto César de Papel (Teatro Provincial sala La nona 2)
Empecemos por lo concluyente: recomiendo enfáticamente que asistan a este espectáculo. Nadie lo intenta con tan poco o… allí el asunto, aquí sucede un extraño fenómeno, la presencia de un actor muy singular. Entonces se insiste, conviene ver cuanto sucede en poco mas de una hora y diez en ése escenario, frente a una sala de no mas de 60 butacas.
Carlos Alberto César, más conocido como Beto César (Buenos Aires, 8 de septiembre de 1951), es un humorista y actor argentino de extensa trayectoria en teatro y televisión. Incursionó también en cine. Eso dice Wikipedia. Creo que Wikipedia nos sobrevivirá.
Mientras transcurría el espectáculo (una narración de su vida, un modo del unipersonal que no es Alcón haciendo “el hombre de la flor en la boca” o “sobre los daños que hace el tabaco” ni, mucho menos, “La voz humana”. Unipersonales donde se cuentan cosas de uno mismo. De eso va la cosa.
Mientras transcurría el espectáculo, con el señor Beto César contando, bueno, cosas de su vida, se apareció aquella definición de Hitchcook: “… un hombre entra a cuadro desde la izquierda, no advierte un agujero en el piso, se va a fondo del agujero y la platea se ríe, la cámara sigue fija, el hombre reaparece ensangrentado, ya nadie se ríe…. Eso es cine”. Es evidente que quería escaparme de las pequeñas cuestiones de la intimidad del actor. Por mas que dejasen una cámara fija…
Hace muchos años, copiando a otros, el narrador de una Cantata a Rosario, arrancaba el espectáculo con estos versos: ” Es cosa de la memoria andar queriendo olvidar y es cosa de memoriosos no tener qué recordar…”
Hay un juego siquiátrico en aquello que se recuerda y todo cuanto se olvida pero esto es ficción y los relatos del actor llevaban a la pregunta, a dos preguntas. Qué andaba queriendo olvidar; qué cosas estaban tan presentes que no necesitaba recordarlas y se aparecían.
Cuando quería hacer una entrada de tap no daban sus pasos del elemental zapateo americano en el instante que la música lo pedía (una banda sonora elemental) y quedaba como una simulación. Una muy buena simulación. No parecía yerro, parecía elección del equívoco. Tanto olvido de lo elemental de un baile o de una canción tiene ensayo.
Cuando pedía lo entrañable de la canción: “…enciéndanse las luces del viejo Varieté..eeee” no alcanzaba la nota o lo dicho, se obligaba a no alcanzar la nota, algo que lleva a un esfuerzo especial a los cantantes. Desafinar obligado es esforzado. Elogiable.
No estaba, quien esto escribe, incómodo en su butaca, barbijo puesto y estoicismo al mango, lentamente comenzaba un dejarse ir de los músculos y se entraba en una zona de confort.
Quien esto escribe asistía a una simulación en la lucha por la vida, porque esa no era la lucha vital, ni ese el personaje que alimentaba a don José Ingenieros. Eso que allí estaba era un muñeco fenomenal que simulaba tontería y humildad, tenacidad y momentos de depresión. Nos contaba un cuento, lo actuaba. Aparentaba fenomenal.
Cambiemos el tiempo de los verbos. Beto César conmueve y, a la vez, provoca compasión. Algo realmente difícil.
Sus narraciones no eran al uso de las del negro en Alabama, como el ejemplo de una ficticia democracia del espectáculo, menos la de cualquier perseguido por raza, credo o religión. Beto César estaba allí diciéndonos, a veces con mínimas simulaciones de melodías y canciones, que lo suyo era un fracaso tras otro porque no era bueno y fallaba y fallaba.
Conmueve esa confesión. Lleva a la compasión. Me afirmo en la sospecha: formidable actor componiendo un personaje.
Se dice (dicen los directores yankis) que el mejor actor que han visto es Cary Grant, porque es dificilísimo componer un hombre común al que no le suceden hechos heroicos ni tragedias ni rescata a nadie de una hoguera o se cae de un avión. En su punto justo Beto César es un Cary Grant cercano. Pregunta: quien compone a un fracasado feliz y alegre que dice no serví para nada… Hum. Desconfío. Es un actor haciendo un extraño Quasimodo de Barracas al Sur.
Cuatro, tal vez cinco referencias a la realidad del siglo XXI pos Peste no deben tenerse en cuenta. Mencionó como parte de su vida a Osvaldo Pacheco, entrañable amigo que cocinaba estupendamente en su casa. Doy fe. A los hermanos Sofovich para los que no tengo nada de fe y si mucha admiración y finalmente a Carmen Barbieri, que dice que fue/no fue/ tal vez… el amor de su vida( lo cuenta con vergüenza, seguramente ficticia). Menciona ser parte (haber sido) de un dúo cómico musical: Los Blue Jeans. De todo eso siente el dolor de ya no ser.
Cuando todo termina y saluda concluyo que estuve delante de un estupendo actor que me engañó mostrándose, al final de su carrera, como un alfeñique bueno para nada y que eso – mi convencimiento es el de un militante en Plaza de Mayo en el día y la hora de los discursos – es una actuación como pocas, realmente como pocas. Ojalá aguante toda la temporada. Vayan pronto.