Vivir la historia no es leerla. Muy pocos pueden leer y caminar. El tropiezo es la consecuencia. Vivimos y queremos que nuestra cotidianeidad sea histórica. No es lo usual. La Plaza de Mayo confunde. Un festejo en el sitio es uno de una larga serie, que no terminó.
“Duhalde, que había sido vencido por De la Rúa en las presidenciales de 1999, resultó el gran ganador: fue elegido senador por Buenos Aires por la mayoría, y Alfonsín entró también, por la minoría. Duhalde y Alfonsín se llevaban tan bien que se decía que encabezaban el llamado Partido Bonaerense”. (Ceferino Reato)
Quien no vea la importancia de Provincia de Buenos Aires en el desarrollo del cambio de Siglo y el Crac de Argentina 2001 debería revisar su metodología. Ya estaba la importancia del territorio bonaerense, su pobreza y su número; desde entonces se volvió definitiva. Sobre esta certeza operó NK. Consolidar ese enclave es consolidar el poder que delega.
“El calvario de De la Rúa en el gobierno llevaba poco más de dos años: en ese periodo, había sido abandonado a los diez meses por su vicepresidente, Carlos “Chacho” Álvarez, jefe de una de las patas de la Alianza, el Frepaso, formado por peronistas disidentes y dirigentes de los derechos humanos y los movimientos sociales; en marzo de 2001 había tenido que llamar de urgencia a Cavallo porque la economía estaba cada vez peor, y un par de meses atrás había sido derrotado a todo campo en las elecciones legislativas, donde el líder de su propio partido, el ex presidente Raúl Alfonsín, había hecho campaña en contra del 1 a 1, de la mano de su supuesto rival, el peronista Eduardo Duhalde” (Ceferino Reato)
Siguiendo un esquema que la historia demuestra, muestra y confirma, los vicepresidentes fueron apartados, separados, oscurecidos, disminuídos en el PEN. El personalismo se ejerce, el sistema excesivamente presidencialista no admite siquiera el diálogo.
El Siglo XXI trae novedades. Hay tres, cuatro casos diferenciadores. Carlos “Chacho” Álvarez es a la vez, traidor, disidente, acelerador de partículas, agente catalítico y un intrigante que los ganadores perdonan obligando a la pregunta: ¿renuncia a la Vicepresidencia, alterando la continuidad del cargo (sucesión) en el caso que De la Rúa renunciase? (luego sucedió) o la emotividad y la cobardía que impide aceptar las responsabilidades del cargo, esas misteriosas pulsaciones internas, personales, son (fueron) las que fabricaron su decisión… Eh…
Fue premiado, posteriormente, con diferentes cargos oficiales, hecho que obliga a la reflexión. Ajá.
El Caso de servidumbre de Scioli, continuado por el voto opositor de Cobos, finalmente el brillo de CFK y sus escritos destituyentes, inciden en el desvarío que nos confronta ante la pregunta: ¿qué es la vicepresidencia en Argentina con el sistema Representativo Republicano y Federal tal como lo aceptamos? Definir esta cuestión es un “miedito” que no cura ningún diván. La Plaza del 10 de diciembre 2021 fue una plaza Vicepresidencial.
Anotar. Vicepresidencial. Anotar. Anotar el hecho ayudará, dentro de mucho tiempo, cuando verdaderamente sea una fecha que se sume a la historia nacional.
Escribir sobre los sucesos cuando se desarrollan nos pone, a los que intentamos la crónica, como “Cronistas de Guerra” por esta similitud tan visible que asombra el descuido al relatar, caramba, no estamos fuera del tiroteo.
En la guerra se cuentan los hechos de un modo que, sin dudas, no será el que se ajuste al final de la contienda. Remember Pearl Harbor. Come back Bataan. ¿Dónde está Lin Piao? Oliver Stone & Vietnam…
Alguien recoge en su campamento a los cronistas. La crónica no da el saldo, no puede, narra el hecho desde una atalaya. Una. Nadie puede resolver, en mitad del zafarrancho de combate, que lo suyo es “imparcial” asumiendo – se insiste – que esta imparcialidad no existe y la violencia es una emoción prohibida que la guerra justifica.
¿Podemos negar la existencia en Argentina de una guerra blanda en el fin del Siglo XX? ¿Podemos dejar fuera que no había ejército de soldaditos ni presupuesto militar, actos profundísimos realizados por el gobierno de Menem?
Hablar de violencia en las calles y represión policial en el Crac del 2001 deja fuera todo el derrotero de los militares y el Partido Militar, borrado de las planificaciones a partir de los dos hechos mencionados. Vamos, el 2001 fue un “golpe civil y civilizado” con muertos e injusticias flagrantes e irreparables, pero sin militares tomando el poder. No podían. No existían mas como alícuota del poder real. No es conveniente esquivar este dato. Ya no eran actores, no eran “el problema”.
Cuando en la vehemencia del relato que desarrollan, para instalarse en el Poder Político, desde el grupo K, asumiendo la potestad, la propiedad, la devolución de la honestidad a un sector (honestidad que nunca es absoluta, ninguno lo es totalmente, la Guerra Continúa) reivindicando la Lucha Armada de los 70 y las víctimas de un sector reponen un tema, abren una puerta que nos deja a todos medio desnudos, medio vestidos, y nos obliga a tomar posiciones frente a un personaje inexistente: el Partido Militar, que en mitad de los ’90 desapareció. Alfonsín los llevó a juicio sobre 1984. No están en el 2001.
¿Qué eran los familiares de Hebe de Bonafini?… que es, que fue traer esa parte de la historia… como leen ellos el 2001… la sola pregunta desata animosidades, divisiones, calificaciones mentando el absoluto, calificaciones descalificadoras, con la misma vehemencia – absolutista – que podría tener un Cardenal Primado de una Iglesia como la que insiste en vindicar El Dogma.
Para el análisis el dogmatismo paraliza, parcializa. Cuidado. Somos tan raros que compartimos el Absoluto. Todo el pasado es un presente contínuo, no hay memoria que aguante tanto estropicio.
Un tremendo acierto que, por obvio, no lo veíamos, ha sido el eje del escritor, periodista inquisidor Ceferino Reato. Asume un eje para sus trabajos: “Los ’70, la década que siempre vuelve”. Nosotros somos los actores de la porfía sobre su eterno retorno. Lo superficial se vuelve profundo y enfrenta a la memoria, aparece ante los ojos de la memoria (trocamos a “El Principito” en un dibujito). La obcecación es una palabra en escorzo para la historia. Con toda seguridad una enfermedad de la sociedad argentina.
En este año lo tremendo es como, a 50 años de aquellos, los años de Perón echando de la Plaza de Mayo a esos “estúpidos imberbes” (1º de mayo 1974, a las 17, 10 de la tarde aprox) y a 20 de un golpe blando que quita a De la Rúa del cargo, el olvido se fuma actores, cambia personajes y obliga a una advertencia: vivir la historia impide leerla, porque vivir enceguece, atrapa como un abismo y la injusticia del día a día es la verdadera angustia, el ataque de pánico en el esternón que no deja respirar. La contemporaneidad simulada como historia oprime el pecho.
Probemos el distanciamiento. La plaza del 1º de Mayo del 1974 es – en parte – una contracara de esta plaza del 10 de diciembre del 2021.
Mete miedo el uso de los hechos. Citas mínimas. Quitamos a Malvinas, su Gesta, el General dipsómano y asesino que tuvo su plaza. Quitamos la Plaza de Neustad y su perniciosa influencia. Pusimos la Plaza de la Democracia como la plaza de Lula y Mujica… y CFK. Olvidamos a un dirigente que murió asesinado y no era rico y burocrático, Ignacio Rucci. Sus asesinos son gobierno directa e indirectamente. Esta última fue una plaza sin CGT.
Asumimos que la vida empezó en los días posteriores al 2001. Tal vez convenga volver a empezar. Los festejos fueron/ son perniciosos. Con esta narración hay olvidos que no tienen perdón. Algunas plazas son fotos, otras tienen parientes muertos. Nadie mira desde el mismo sitio.
La Plaza de Mayo es un arma sin dueño. Argentina desmiente a Mignogna: la historia la escriben los que pierden, eso quiere decir que no hay historia. No mientras podamos corregirla, distorsionarla, convertirla en la cruel mentira de los héroes que no estuvieron y las diferentes formas del asesinato bueno y el asesinato malo, que se perdonan o no. Según.