La peste en mi pago es un susto, una película, una angustia y una molestia. Si tenés parientes que volvieron o están volviendo de algún lugar, Beravebú, Islas Canarias, Cancún o San Javier el susto es el mismo. Lávate las manos, respirá para otro lado y metete en cuarentena. Esta bueno asustarse y transmitir el susto, no la locura, pero si el “miedito”. Eso finalmente es precaución. El miedito es como una hipocondría atenuada.
Cuando leí que en el hipocondrio (de los dos que tenemos el de aquel lado del cuerpo) no teníamos nada terrible y que los médicos compinches de Hipócrates calificaron el dolor en esa zona (en ese hipocondrio) como mentira del paciente, desde entonces diagnosticado como un hipocondríaco, comenzó una nueva vida para mi. Todo dolor primero era exagerado, propio de hipocondríaco. Terminó mal ese dogma callejero que había resuelto yo solito, vino ”la Polaca” y me dijo: “ si vos no crees en el inconciente, en lo que resuelve tu cabeza, siempre vas a estar equivocado”… María Zulema, una amiga desde que éramos infantes, hoy los dos recluídos por la misma razón, la edad, intentaba que resolviese mis problemas con largas charlas con Segismundo y sus discípulos. Fracasó, pero dejó la semilla. Somos psicosomáticos. Nosotros, el virus no se. Hay tantos lacanianos sueltos…
Cuando aparecieron las primeras noticias de la peste allá, lejana, éramos desaprensivos. Parecía una película y de eso sabemos, porque si de algo estamos bien provistos, con suficiente “estock”, es del cine catástrofe, de las locas carreras de los autos por la ciudad y de súper héroes, héroes de dibujitos y / o de amplia musculatura.
Con las imágenes de los tipos muriéndose de a cientos en un día, como en Italia, el asunto pasó a la angustia.
Comenzaron a darnos indicaciones que molestaban. El cumpleaños del tío suspendido, jugar de a dos en la ruleta y nadie que te respire la nuca. El cine con filas salteadas. El colectivo sin pasajeros parados. Todas son pocas. La peste no perdona a las medias tintas.
La peste en mi pago es un susto, una película, una angustia y una molestia, si señor, pero también una realidad. En las películas de la peste en la Edad Media uno veía, casi riéndose, que escapaban a revienta caballo de la peste y la escenografía ponía a las lloronas y el color negro y la mala onda, casi el olor a muerto donde la peste había entrado. Nosotros pretendemos sonreir, que no está mal. Pretendemos el optimismo, que tampoco está mal y pretendemos saber, los periodistas, todo sobre la enfermedad y eso está muy mal.
Lo primero que te enseñan cuando te enseñan cosas serias, es que es muy difícil saber todo de todo. Con la peste es peor, porque si es peste es que no tiene control ni conocimiento certero y va ganando el partido. No es un Ríver Boca. Es el bien contra el mal representado por un bichito al que no le dimos bolilla y se salió del jarrón, de la lámpara de un Aladino muy mala milk.
Sin ponerme en filósofo de pacotilla, en maestro de la superchería, como tantos, las cosas aparentan claridad porque son binarias. De aquel lado el mal y de este la posible salvación. Si. Como las antiguas películas donde, una vez identificado el mal solo nos quedaba desear que triunfen los buenos. Se que los iconoclastas, los enamorados de la contradicción dialéctica, los contreras del bar de la esquina, los porfiados como mi tía, la que decía que la nena no estaba embarazada, que era panza y ravioles hasta que le pusimos Huguito, como el padre, el pibe, el hijo del sodero que traía los sifones todos los lunes, sé que todos querrán que no sea tan simple la cosa, pero es como cuando parte el tren. Saludas con el pañuelito en el andén o saludas desde la ventanilla. Ahora lo mismo. La peste en mi pago define a los malos y los buenos. Casi nadie quiere estar del lado de los malos, créanme. Algunos hay, siempre hay algunos malos. Los que cobran mas cara el agua y el jabón o dicen se terminó el detergente, voy a ver si le consigo uno, pero es mas caro. El presidente, Alberto Fernández, el porteño, que no sabe nada de medicina ni de virus, como lo ha declarado, es un abogado que está parado en un lugar raro pero dice algo claro: “pondré multas a los vivillos”. No nos salvará de la peste, obvio, la salvación es colectiva y no está asegurada, algunos moriremos (cruz diablo) pero no se raja para el lado de la superchería sino de lo elemental. Si te aprovechás, si te abusás porque vino la peste Alberto Fernández, el porteño, dice que te hará chas chas en la cola. Para mi es una buena medida. Cuando todo pase quisiera oir el ruido. Chas. Chas. Será justicia. Corrección: sería justicia.