Jueves 11 de junio – El manotazo de la calle

Salir del barrio no es sencillo. No lo era. Ahora menos. Todos te ven porque no hay nadie. Tenés que salir de día porque hay más pozos, más bicherío y sin luces nadie te conoce bien y no se sabe si sos de acá, sos de allá, sos de ellos o quien sos.

Salir del barrio es más difícil sin bici, sin la motito que me robaron, sin el colectivo y a pie salir es difícil, pero hay que hacerlo porque uno debe ir a buscar la bolsa de alimentos y que no te la roben y además te digo, hay que salir sin el teléfono, el mío es viejo pero cometí la estupidez de ponerle un forro lindo y parece un teléfono caro.

Salir del barrio no es cómodo pero la única antena, la única señal de internet está enfrente del destacamento, en el destacamento nunca queda nadie, salvo el viejo que está preso y barre y atiende el teléfono y se queda porque está cómodo, pero enfrente estaba el kiosco donde se compraban los cigarrillos, la petaca y otras cosas, todo bien, todo permitido y la Nora puso internet potente y la usamos para recibir las lecciones. Vamos con mi hermano, que no estudia pero tiene el fierro y lo conocen y llevo la compu que me dieron y copio las lecciones. La Nora me deja dos horas. A veces le compro una hebillita, algo. Vamos tres que vivimos en el mismo pasillo. El kiosco estaba cerrado desde que empezó la peste, pero de a poquito primero prendió la luz de afuera, después levantó la persiana y te veía del otro lado del vidrio y ahora todo bien.

La peste en mi pago tiene costados que no están contemplados en la OMS. No hay estadísticas y sólo relatos fraccionados de una cuestión: el pobrerío, sus faltantes y el modo de encontrarse con un día diferente donde es necesario aclararlo: la Peste es lo de menos, en todo caso una cuestión mal resuelta entre las muchas cuestiones mal resueltas en Argentina.

La peste en mi pago debe entenderse diferente. No es la Peste. No es sólo la Peste. Para el 50 % del país según una Encuesta nacional de el “Laboratorio de la UCA”, la Universidad Católica Argentina (“Seis de cada diez chicos argentinos ya vive en un hogar pobre y la cifra crecerá después de la pandemia. Según estimaciones de la UCA, en 2019, el 59,5% de los chicos del país residía en un hogar en situación de pobreza por ingresos. Se estima que el 14,8% eran indigentes”. Publicado en INFOBAE el 9 de junio de 2020.

Llevamos más de 80 días de cuarentena. Decía un periodista especializado en lacras sociales, negociados, sub mundo y sus luces en la escena nacional, que “disminuyó el consumo social de droga porque no hay fiestas, ni fines de semana de bailes, chacotas y festivales, pero la pura droga se ha vuelto mas cara porque la leyes de mercado son claras: se debe recaudar la misma cantidad de dinero para mantener soldaditos, revendedores, mayoristas y protecciones. Hay menos compradores, pero es mas cara y sigue llegando y la pandemia no afecta al eco sistema de la transa”.

La jovencita aquella, que contaba cómo llegaba hasta una “conectividad” para las tareas en el hogar, narraba sus vicisitudes con el agua y ahora, que el invierno es un frío cercano, también las de la protección al frío. No hace falta describirlas. Son las que vienen acumulándose. Mas las que crecen. Las que se suman. Las que muy difícilmente disminuyan.

El manotazo de la calle en mitad de la Peste no es al coronavirus. Es al porvenir. Un mañana social que ya estaba comprometido, que simplemente se ha vuelto mas difícil. Ojalá llueva poco. Eso entorpece mas todavía.