Fernández, el de la guía

Nunca, pero nunca como en estos días, se ha visto que el presente es eterno, que complica el pasado y anula el porvenir. Fernández, el de la guía, se pasea por la realidad sin mejorar u ordenar. Su eterno presente, apropiación de la coyuntura como forma de vida es visible, notorio y, además ya no asombra por tanto convierte el formato en peligroso. Entraña muchos riegos disentir con el pasado e ignorar el porvenir. Muchos.

Pero debo corregir el “nunca”. Algo parece firme, la evolución de las especies va en paralelo con la evolución de las capacidades tecnológicas (corrección, tal parece la evolución de la técnica supera a la evolución biológica, está en discusión).

Es difícil ser el mismo con las mismas herramientas porque estas cambian. Nunca seremos iguales al de ayer. Ni nosotros ni la especie ni sus alrededores, esto es, el mundo. Resumamos con un “looping”: “nunca digas nunca”. La comunicación, esa forma diferencial de entendernos, adelantar, prevenir y recordar nos da una marca inacabada pero imborrable.

Nuestros hombres especiales, hombres como especie, se definen por un nombre para identificarlos. En Argentina, según corrientes migratorias y el escribiente que los anotara al entrar al territorio, somos eso que figura en un documento y cuidado, que también esa formulación va cambiando. Ya no hay papel, a veces solo una mpresión digital o el iris del ojo derecho. A veces ni eso.

Hay un antiguo juego de los apellidos como recurso literario gramatical fundante: Un Juan Pérez cualquiera. Aparecen, cabe mencionarlo, la divertida competencia si son mas los Fernández que los Pérez, los Rodríguez o los González. Nosotros tenemos en el – uno – uno –  a un Fernández.  Pero caramba, no es el de la guía.

Aquella guía telefónica, tan necesaria que la vendían y la actualizaban año tras año y se multiplicaba en avisos y tenía “sector comercial” y su producción, impresión y venta, volvió riquísimos a algunos personajes de la vida política nacional. Cambiaron los modos usos y costumbres y la guía ha pasado a una mínima utilidad: el telefonito contiene dentro recordatorios, una filmadora, de hecho un diccionario y una biblioteca, una agenda, una calculadora y la posibilidad de ser la guía telefónica de casi/ casi/ casi cualquier sitio de cualquier país.

No tiene sentido la competencia por qué apellido de origen latino/español/ inmigrante es mas común en una guía papel que ocupaba su lugar en el living. No se usa mas aquella guía. De hecho se están yendo de nuestra vida diaria los “teléfonos fijos”.

En los teléfonos portátiles de última generación el apellido es el número, que además es de libre portación o, si quiere, de portación personal.

Los avisos son “cookies”, si quiere simplificar las cosas, pero advirtamos un detalle que es sustancia de la vida en el Siglo XXI. Por el telefonito saben dónde estamos, para dónde vamos y de dónde venimos, a qué hora hablamos, con quien y qué avisos nos enviarán – quieras o no quieras – para tentarnos con cosas que piensan que nos gustarán porque una máquina analiza nuestro comportamiento y, según eso, nos envía sugerencias.

Nos conocen mejor que nosotros nos conocemos. No es difícil. Somos lo que hacemos y las máquinas saben qué cosas hacemos. Esto es paranoia racional demostrable.

Ya no vale un Fernández sino el número. Fernández es un número y dice llámame o mándame un watsap, un mensajito. Eso es cuanto se espera de la vida. El teléfono de Fernández es su test de inteligencia y de honestidad, de comportamiento y de afinidades.

Detalle: ¿con qué número se define el teléfono personal de un Fernández que, también, se ha convertido en un número? Teléfono que no es tal, sino la computadora, procesadora donde todo pasa. Duda: ¿le pasará a Fernández? ¿En qué gran almacén de algoritmos está su data?

Ya es una constante en los políticos, los actores políticos de primera categoría y el periodismo, los actores políticos de segunda categoría, la escritura y re escritura permanente del pasado. Se sabe que toda traducción es una traición, pero le hemos agregado que toda re escritura es una invención. Queremos re inventarnos y fracasamos. Deberíamos aprender que la imposibilidad existe, aunque se quiera sobornar el dogma. Queremos, por el uso muy discriminado de la memoria cambiar la histria. Cada día es mas difícil. Casi imposible y pronto eso: imposible.

Hoy nos demuestran quienes somos por el teléfono. Caramba, hay denuncias sustanciándose por el uso y el re uso y el disfraz de cuanto quedó indicado como real por el uso del teléfono un día una vez. “Me lo //jaquearon//. Por favor, uo no soy yo. Alguien ujsó mis datos…

Fernández, el de la guía, en el mismo instante que abandona el teléfono advierte cuestiones difíciles, mas para un Fernández.

Todos los problemas por fuera de teléfono le son ajenos a quien vive en su mundo… telefónico. Las metas inflacionarias. Las visitas de auditores de organismos internacionales de crédito de quienes dependemos en nuestra economía. La relación / distorsión y dependencia que deviene de Argentina Distrito Electoral Único (Unitarismo en estado de máxima pureza). No es de extrañar que un sujeto pusilánime quiera volver al teléfono. A la irrealidad que presta el teléfono. Definamos: quien habla por teléfono está escapado de la realidad circundante, viaja por otra coyuntura.

Los mensajes de los protagonistas de la política socio / económico general y particular, sus inocultables entrecruzamientos familiares.  El rol de las fuerzas armadas de ayer en el mañana. Una muerte particular y misteriosa y la distancia del aborto clandestino al delito y la libertad de vientres.

Todos problemas a enfrentar, no ya a resolver, simplemente a convenir y sostener que bueno, si, si señor, existen… por fuera del teléfono.

Le agregamos, en una seguidilla que agobia e impide respirar sin sobresaltos, los avances de las adicciones definidas en el narcomenudeo que pasa a mayores, la corrupción como novela manuscrita con manuscritos perdidos, perdidos y fotografiados donde están los nombres, las  fechas y los detalles de un ayer que no quiere retirarse. Se queda.

Somos este presente que apenas enumeramos. Siempre hay mas. Sueldos inconcebibles que hace 30 años que se cobran y que recién ahora se denuncian, perdón: con el correspondiente enojo de quienes pusieron sus familiares en esos cargos y no se sonrojan, sino que se enojan porque se supo. El dólar como un eje tan inatajable que semeja una deidad y acaso lo sea. La lluvia y la sequía como las causas de los fracasos.

Fernández, el de la guía, se advierte que es feliz con el teléfono. En esa realidad tan particular de su palabra y la de su interlocutor este país nuestro, Argentina, está lejos y la tranquilidad muy cerca, la tranquilidad y la particularidad (¿intimidad?)  de una charla telefónica. Ese es el Fernández mas normal. Casi normal. El de la guía que ya no está y la tranquilidad que constata su comunicación, aún existe: alguien lo llama y alguien –  todavía –  le contesta el teléfono. Está en la guía, en alguna agenda personal. Algo es algo.