“… no conozco el mar, pero si es su verde como el verde nuestro, del cañaveral…” Horacio Guarany.
Josefina decía… “del 29 de enero al 10 de febrero voy a Punta Mogotes con mi marido y mis dos hijos. Por fin conoceré el mar…” ¿Es posible? Si. Siempre hay alguien que estrena su mirada en el mar y se ilumina. Esto es Argentina, las grandes contradicciones nos acompañan. Tanto mar, tanta costa y tan lejana.
Josefina no está sola en la aventura de conocer el mar. Tiempo, dinero, oportunidad. Ahora pondrá sus pies en las frías aguas del Atlántico Sur. Por fin.
La canción de Guarany, tan de epopeya como su vida, alberga una hermosísima locura. Criado a chupín de pacú y sábalo a las llamas se puso en la piel de un peón zafrero y escribió una canción. Muchos no conocen el mar. Ondea en verde como el cañaveral. Un hermoso blues. No tenía alarido. No triunfó. El tema sólo está en la memoria de los archiveros de la canción. Soy uno mas de esa tribu.
En realidad el gran difusor de modos, usos y costumbres, los folk ways que indicaba Eli Chinoy , verdadero creador de lo “in” y lo “out”, fue Landrú. Revista Tía Vicenta.
Según Landrú esto era “marpla”, un destino común. La “ciudad feliz” por años fue “marpla”. Interesaban sus chimentos de artistas sobre la arena. Aviones y códigos mediante ahora es MDQ. Según se oye: “emedeqú”. El código sirve para identificarla. Hay en la aeronavegación otros aeropuertos con “M” y “D”, el de estos pagos es MDQ.
Landrú hizo a la moda, dejó una constancia y dividió aguas. Acá gente común, para otros lados GCU, la gente como uno. Qué lindo que es estar en Mar del Plata, en alpargatas. No rimaría con emedeqú. Lo popular no suele rimar con códigos y Mar del Plata, la feliz, la Perla del Atlántico, no es otra cosa que un destino popular. Un hito. Un ícono. Un “significante”. Una playa junto al mar. Zucundum.
Venir a Mar del Plata es, en sí, una apuesta. Cuántos días de sol te tocaron. Regio, ni una nube los primeros tres días, después se nubló un poco pero por suerte pudimos ir a la playa todos los días. Mar del Plata es, siempre, una rigurosa aventura. Con el estado de las rutas lo risueño puede ser trágico, mejor ni mentarlo.
Según cuentan “el obrador” de los edificios de Chapadmalal es una hermosa ciudad (hoy Miramar) y si hay un monumento al primer peronismo está en ésa serie de edificios y en la dinámica de la propia ciudad.
Sobre 1950 aquí comenzó una historia de gente que empezó a venir y gente que ya no vino más. Sobre el 1960 el asunto aún era parte y parte y sobre el 1970 nada era difícil de entender. Todos los hoteles gremiales, el turismo social, una conquista obrera, dieron vuelta una ciudad. La multiplicaron.
Mar del Plata tiene su expansión original debido a la clase obrera con plata para un derecho del trabajador: el esparcimiento. El verano obrero peronista en dos sitios. El mar y las sierras.
En toda la República las casas pintadas de amarillo y el techo de tejas rojas dan cuenta de dineros nacionales invertidos en ladrillos por el país (por todo el país) en una fenomenal apuesta a la gente. Aquí, en MDQ, se apostó a la gente. Con tanta gente tanto teatro y musiqueros.
Durante un fin de semana soleado en el complejo de Punta Mogotes se pueden juntar, entre arriba y abajo, más de 100 mil personas. Comen, se bañan, tienen urgencias. Hoy Mogotes es una bullanguera ciudad en tránsito. No sé, sinceramente, si no deberían votar un Intendente de verano para esa región del país. Mogotes es una ciudad dentro de Mar del Plata.
Se contabilizan automóviles por la ruta 2 y las autoridades de turismo difunden la cuenta: ¿de dónde venimos? Lo que se ve desde diciembre hasta más allá de Semana Santa es que Mar del Plata es nacional, es requete recontra nacional.
En Mar del Plata ¿quien hace las veces de local? Es y no es provincia de Buenos Aires y es y no es “porteña”. El secreto, para quienes no vivimos al pie del Obelisco, es que no se burla de los “pajueranos”. Los de tierra adentro sentimos que podemos estar por estos pagos. Que no somos carne de chascarrillo. Todos podemos entrarle a los bichitos, a las rabas, al “clericó” en los bares de Playa Grande.
Los de cualquier sitio sabemos, cuando llegamos, que no nos expulsarán ni nos harán sentir ridículos. Tal vez allí se encuentre un eje de la atracción que ejerce la ciudad. No hay ridículo en Mar del Plata. En “emedeqú” se practica el preámbulo. Bienvenidos todos aquellos que…etc, etc, etc. Ojo, no es poco. Mar del Plata respira democracia turística.
Hace años un simpático y atrevido atorrante (los adjetivos refieren al tipo que yo conocí en aquellos años) “lucho” Martínez Teco, avanzó con un delirio: premios Estrella de Mar. Eran años de García Satur, de Bebán, de Bredeston, de Gades y el flamenco toda una temporada, de “Pato a la naranja” con Closas, de Yerma, de Federico y Alcón. Todavía años de Dario Víttori. En fin. Eran años. María Martha Serra Lima era “revelación”, como José Ángel Trelles. En la salita chica del Provincial se atrevían con “La mandarina a Pedal” dos muchachitos delirantes: Carlitos y Antonio. Hoy Antonio (Gasalla) es un super star y cuando actúa no quiere carteles cerca de su cartel. La Perla del Atlántico cumple con el rito: el espectáculo debe continuar. Sucedió. Sucede. El número exacto de espectáculos anotados para llevarse una nominación de los Estrella de Mar: 270. Sin error ni omisión. Muy, muy muchos. Una verdadera apuesta a la ilusión. En Mar del Plata. Que era “marpla”, “emedeqú”, en el blues de Guarany parecido al verde del cañaveral… en fin, este Horacio.
Publicada en El Litoral el 21 de Enero.