Cafetero

Una de las figuras que me acompaña desde la primera vez que fui a una cancha de fútbol es la del cafetero. Dos bolsos con 4 termos, a cada lado, mejor dicho, a cada lado de su abdomen y una suerte de fino bolso cilíndrico lleno de vasitos de cartón, casi plástico, para llenarlos con el humeante brebaje.

La frase para vender el “café-café” tenía lo suyo: “si está frío no lo cobro”.  Aquel café soportaba un gusto particular porque todo, en la cancha de fútbol, en la tribuna, todo, se insiste , se presenta con un gusto diferente. No es cuestión de papilas gustativas, ni de bouquet sino de escenario.

El choripán a la salida de la cancha no es dañino y hasta los vegetarianos y los veganos mas cerriles pueden caer en la tentación y casi, casi entrar en pecado por lo dicho: es el escenario y la escenografía. Solo el dogma vence al choripán a la salida.

El cafetero es un oficio y muchos tenían, supongo que debe seguir igual, tenían que tener estudiados los horarios de los colectivos, las colas de entrada a ciertos espectáculos y la vida, en este siglo, les ha quitado espacio porque los bares al paso y los vasos térmicos eliminan puestos de trabajo callejero.

El cafetero era un circulante. Un verdadero ambulante. Podía, como disimulo o diferencia recorrer una plaza y algunas cuadras y volver, pero eso es un recorrido y los cafeteros tenían recorrido.

El invento de una mochila térmica, con la palanca que abre y cierra un grifo, hizo diferencia en la forma de portar esos 8 o 10 kilos, en la espalda desde entonces, ya no sobre el abdomen, pero el vasito y la billetera con los billetes doblados no ha cambiado.

Tampoco ha cambiado el nivel de azúcar, ese término medio que a veces, ante cualquier caprichoso se solucionaba. Tengo un sobrecito mas. Tengo una cucharita. Cucharita era / es, en estos casos, una delgada lámina plástica (antes de madera) para revolver el excedente.

El cafetero es mas de invierno que de verano y es mas individual que colectivo aunque hay empresas de cafeteros ambulantes pero, ganar sobre esos sueldos que no existen y esas recaudaciones, que son tan magras, pone al capitalista en la peor definición de eso, de capitalista.

La imagen del cafetero en invierno lleva frío y fotografía de lugares incómodos(el cafetero) como definición porque está dicho, para comodidad un bar, asi sea un  bar al paso.

Otro milagro era el día del clásico y el milagrito en la previa de los equipos en la cancha que llevaba una pregunta ¿ cómo hacia para subir y bajar de la tribuna donde, esto es rigurosamente cierto, no entraba ni un alfiler, pero el cafetero pasaba?

Había un cálculo de cantidad de cafés por termo o por mochila y los cm3 del vasito quitan posibilidad de locuras o mentiras, son tantos cafés por termo y esa es la plata. El dinero. La recaudación.

Siempre hubo quienes querían avivarse o practicar algún tipo de broma pesada o humillación con los cafeteros, desde el “después te lo pago” al “ tenés cambio de cien…”

Y el accidente de trabajo. Aquellos termos que se reventaban, dejando la carcaza externa y un enchastre de retazos de vidrios abrillantados por dentro y chorreando café sobre los pantalones y las zapatillas del cafetero.

Mas allá de la obra de teatro que, sobre 1970, lo llevó al personaje a calle Corrientes y de las cuestiones que nos han acercado a todos, de algún modo, a los vendedores callejeros, ya que un cafetero es eso, en Argentina no se puede olvidar (todos sus biógrafos lo recuerdan) que un provinciano, cantor, compositor, actor, empresario, gobernador, representante de derechos de autor argentinos en EEUU, padre de muchos hijos ocupados en diversas áreas del espectáculo y, sustantivamente, personaje popular, entraba a los canales de televisión para vender café.

Hoy, en estos días, en este siglo el oficio de cafetero está en retirada por varias razones. La poca renta, el mucho sacrificio, la competencia del vaso térmico y el bar al paso y que caminar las calles, así sea con la magra recaudación de la venta de 80 cafés, ya no es inocente e inatacable. Demasiadas cuestiones que atentan contra un trabajo irregular,  inorgánico (nunca hubo gremio de cafeteros ambulantes) y que, con su ausencia, llena de silencio un pedazo de cada frío amanecer esperando el colectivo en la esquina de la plaza. Café-Café. Ya poco de ese reclamo. Poco y nada. El frío del amanecer no se fue, ese está. Acaso peor.

Publicado en el diario La Capital el 08 de Agosto.