Martes 22 de setiembre – Coronavirus, la Cultura y Bradbury

Uno de los textos verdaderamente premonitorios de Ray Bradbury es el referido a la quema de libros. El autor no hablaba de símbolos pero esos hechos (la quema) eran simbólicos, fueron simbólicos. Avisaba de una sociedad donde los libros eran peligrosos. Pura ciencia ficción. Pura fantasía. Já.

Byung Chul Han, el profesor afincado en Alemania que publica sus cursos semestrales en opúsculos, menciona el abandono de los textos, el retorno al rosario, rezarle y creer en el telefonito como si fuese un rosario de cuentas ante quien se rezaban oraciones y se lo llevaba en la mano porque era una “comunicación”. Su opúsculo sobre “psicopolítica” uno de los mas transitados…sin hacer mención de la fuente… somos tan argentinos…

El fin de semana que se nos fue, más allá de recordar que el 20/3/20 comenzó la cuarentena nacional trajo, a la Peste en mi Pago, dos certezas de universos diferentes y a un mismo fin.

De una parte sobre el viernes un comunicado en redes daba cuenta de cómo seguiría la cuarentena, aislamiento, o el eufemismo que se quiera usar “para dar cuenta del aislamiento y las medidas de higiene” (sic) único medio, método, remedio, mini seguro ante el contagio habida cuenta que no hay vacuna y si exceso de virus. Un comunicado en redes es eso. Nada personal y el reconocimiento que la verdad está en las redes, la verdad a creer y si, claramente, un gobierno decide comunicar sus decisiones por ése medio, es decir, comunicar vía redes es en esta donde debemos encontrar el gobierno. En las redes. En las redes no hay una persona, hay un modo que, justo es mencionarlo, quita personas como interlocutores y deja algoritmos como el latido, el destino y la circunstancia.

De la otra parte este fin de semana que se fue, sobre la primavera en el Hemisferio Sur, se llenaron las pantallas de los televisores de partidos de cuanto deporte hubiese disponible. Finalizó el Tour de France con hermosas vistas de París, hubo carreras de autos, de motos, competencias de tenis, de rugby, de fútbol americano, de boxeo y de fútbol. El eje eran los paisajes, las tomas de “p.p.p” (primerísimo primer plano) de los deportistas y/o gladiadores y el sonido ambiente usado para dar “sensación de presencia”. Un comentarista explicaba que se usó material de archivos sonoros que durante años se guardaron sin saber muy bien por y para que.

La contemplación, en el living, refrigerio mediante, de cualquiera de estos deportes a distancia y sin el ánimo caliente de una tribuna, los asemeja demasiado a los jueguitos que se compran para eso, para jugar mirando una pantalla de televisión convertida en pantalla de juegos de living.

No aseguraría que es “daño colateral” de la Peste en mi Pago. Estaría dispuesto a reformular la cuestión. Es un nuevo modo – Cultural (qué otra cosa que no sea eso… factos culturales) y Sociológico –  de la comunicación de la especie.

Aquel mensaje de Bradbury: “apréndase un texto, la literatura y la narración son bellas y liberadoras, no están tan solo quemando libros, están quemando el pasado y la memoria”, adquiere otra dimensión en la que los gobernantes tienen una o dos culpas.

Si ignoran cuanto sucede les cabe esa calificación de la ignorancia. Si lo advierten y no lo remedian, sino que adhieren, son parte de una reformulación de la Cultura, el lenguaje, la comunicación y el gobierno de los hombres para con sus semejantes. En cualquier caso Bradbury envió su botella al mar. Allí se quedó. La Peste es definitiva. Comenzó otro siglo. Tal vez sea necesario resignificar que es en el mundo, pero es en mi pago, con estos gobernantes y sus obligaciones… también sus culpas.