23 de setiembre – Papelitos en el bolsillo

Por aquello del demasiado encierro y el poco paseo algunas prendas se van quedando en el ropero, como la guitarra de la canción.

La llegada del equinoccio tibio al Hemisferio Sur obligó –  agregado a la fiaca, la abulia y el nada que hacer cuando no hay nada que motive el dentro y no arregle el fuera (el in side y el out side) – a que mirásemos las prendas propias del veranito que alguna vez tendremos… si es que alguna vez salimos.

La primera condición de dichas prendas, después de seis (6) meses de Peste en mi Pago es estomacal. La mucha comida, el sedentarismo y la culpa de los demás, que incitan a comer, lleva la cintura a otras dimensiones. Un problema.

Los colores, la moda, me quedará bien esto ahora… con que podría usarlo… es la suma de dilemas intestinos frente al espejo. Otro problema.

No cuesta nada probarse una guayabera caribeña y una liviana campera de lino que allí, en el ropero y sin ser guitarras, estaban colgadas desde el verano pasado cuando, como siempre, Mar del Plata era el eje de los días.

Las manos en el bolsillo, el rápido giro frente al espejo confirmaron lo que no necesitaba confirmación. Mal de ojo, maldición gitana, tentaciones malsanas (como si hubiese buenas tentaciones) y la culpa de quienes nos tentaban invitándonos a participar del pecado de la Gula. Entra por los hombros… no cierra en el abdomen.

En el bolsillo derecho papelitos, restos del verano pasado, que llamaron la atención.

Un comprobante de estacionamiento, un ticket (que no es boleta fiscal legal) para el costo de dos cafés y un papelito real, este si, del costo de la nafta, pagada con la tarjeta de crédito.

Uno de los daños colaterales de la Peste en mi Pago no es, para indicar prioridades, el de la mucha comida, el poco ejercicio y la acumulación de calorías que, se sabe, el sedentarismo incita y la voluntad es debilucha. Eso sucedió y no se debe culpar a nadie de mi panza prominente.

De la Peste no se debe, tampoco, culpar a nadie, excepción del descuido voluntario y el contagio comunitario que –  literalmente – nos está matando. Vamos, si nos dicen que debemos usar barbijo, lavarnos las manos muy frecuentemente, aislarnos el mayor tiempo posible y que el contagio comunitario deviene del encuentro comunitario es poco probable que culpemos a otros de nuestra enfermedad. Lo hacemos, pero de un modo automático, porque la culpa es uno de los problemas de nuestra sociedad.

Los papelitos en el bolsillo de la impecable campera de lino traían/ traen el verano y su memoria. Un verano que se viene por lo dicho: la tibieza del equinoccio que lo indica, pero que nos encuentra desarmados y vacíos, sin ánimo de cotejar.

La aflicción, el daño colateral, la “asordinada” queja que sostengo es cierta, pero no dirigida los “intelectuales” que, en su torre, analizaran esto que nos pasa. Ellos no serán culpables y ofertarán una plausible explicación. Es su tarea de tábano. Tampoco para los epidemiólogos que sostienen lo obvio: con la vacuna nos arreglaremos mas fácilmente.

Hay una aflicción que sobrecoge; es la interpelación a los que nos sostienen como sociedad. A nuestros actores sociopolíticos y el referencial de sustancia: la cultura, sobre la que esta Peste trabaja sin cesar. Que quedará de nuestros amores, dice la vieja canción (Que reste-t-il de nos amours?)
Que quedará de aquello que fuimos y donde, con seguridad, no volveremos. Lo dice la canción, pero deberían custodiarnos, en este tránsito a trompicones nuestros representantes, los que custodian la memoria y la aventura popular (los que regentean la cultura) para no encontrarnos siendo papelitos de otro verano, de un tiempo que, ay, se fue. Papelitos que se convierten en un bollito que tiraremos al cesto.

 

Eli Chinoy, frecuentado sobre la década del 60, decía lo suyo claramente. Ojalá lo relean: “El concepto de relación social se basa en el hecho de que la conducta humana se halla orientada, de innumerables maneras, hacia otras personas. Es la matriz de relaciones sociales dentro de la cual se desarrollan otras formas de vida de grupo” Ojalá lo hayan leído. Lo busquen, lo encuentren, lo entiendan. La vida del grupo es el asunto.