1ero de Mayo – Negando el viejazo, negándolo

Señores, llegó el “viejazo”

Al arrancar mayo en el hemisferio sur se vienen los días mas frescos, el otoño se pasea de la sala al comedor.

La peste en mi pago en este mes que se fue, abril, ha dejado la sábana al descubierto y nos azota la intemperie. Los viejos estamos en la primera línea de peligro. Hasta ahí estadísticas. Bueno, somos los que mas nos morimos. Sin coronavirus la estadística no se altera. Se mueren los viejos y los mas jóvenes les suceden. Solo que una cosa es el ciclo biológico y otra la obligación de esperar la muerte así: de tranquilos y resignados y encerrados y conformes y… en fin. Nada bueno en este otoño. La peste descangalla la esperanza. Descorazona un almanaque que ya no es verdolaga y el virus lo pone amarillo, amarillo jazmín viejo de un living cerrado hace mucho.

El tema que queda fuera de los análisis dominicales (ya escriben cualquier día los profetizadores del porvenir, la verdad, la verdad, era mas claro el I Ching y el horóscopo Chino, hasta los huesitos del viejo de Moby Dick, clavándole la mala onda al capitán Ajab) el tema al dente, como los fideos de los que me hice experto, me lo entregaron, como anécdotas personales, amistades que debieron confesarse y, al abrir esa habitación, mostraron el inmenso cuarto desocupado de nuestras coqueterías que son, se sabe bien, parte del juego de “estar vivo”.

…”Sabés qué suerte, conseguí un permiso y mañana al médico y el kinesiólogo, después paso por la peluquería, me atiende con la puerta cerrada y…”

…Quisiera detenerme porque la frase siguiente es la que considero valiosa…” me bañaré, me vestiré, me pondré zapatos, saldré con un vestido clarito que no usé todavía, con obligación de llegar a horario…”

El sexo es fácil de adivinar. Femenino. Una señora amiga que redefinió una semana perdida, de un tiempo escamoteado que hace mella, que hiere por la rutina mareada y la noria siniestra, la rutina que ya no y porque, porque. Esa frase  no es trivial. Es un eje vital.

Quisiera ser mas claro, quisiera explicar con palabras la vehemencia que oía, el paseo, la vestimenta, el otro como el espejo que debe mirarme…esa voz oía. Esa persona me decía no estoy para la chancleta, el batón y la tele. Aún estoy para la calle, para aquella rutina, esa, la misma de ayer.

Puestas las cosas en este punto me faltaba una campana mas y el mensaje tuvo lo suyo. …”Claro que voy a ir a la reunión, es por una venta, las ventas siempre son importantes, tengo permiso, voy con el auto, si me quedo como vos, siempre adentro, andá a saber si no me lleno de moho… vos porque escribís, pero yo soy vendedor, negro, y no vender es estar muerto, así me digan que no me compran nada el hecho de salir y ofertar…disculpá si te ofendo con eso que dije, que te gusta quedarte dentro…”

No me ofendía, cada quien sabe el ancho de sus zapatos. El juego en que andamos, decía Juan Gelman, el juego en el que andamos en estos días no tiene empate, ni parangón, no es el mes de yeso ni la operación de apéndice, ni los días perdidos atendiendo a la abuela ni ese absurdo crucero que iba ir a Malvinas y por el mal tiempo…

En estos días, como grupo específico de los que, pongamos así…. Pasamos los 65 y hemos visto algunas cosas,  no nos arregla el alma quedarnos quietos para esquivar La Peste, por el contario, ni acomoda los placares ni remplaza las bolsitas con naftalina o el ramillete de lavanda; nada. Sucede, pero que quede la constancia. Es muy molesto esquivar el viejazo es muy mucho y mas que muy mucho, che,  es mas difícil yendo, como decía García Moreno, de la cama al living.

Aclaración que necesito. Lo cité a Gelman. Los poetas son tres. Borges, Juanele y Tuñón. Después otros tres. Horacio Sala, Joaquín Gianuzzi y Juan Gelman. Después los otros, si, como no. Pero citarlo a Juan es mostrarlo: “ EL JUEGO EN QUE ANDAMOS. Si me dieran a elegir, yo elegiría / esta salud de saber que estamos muy enfermos, / esta dicha de andar tan infelices. /Si me dieran a elegir, yo elegiría /esta inocencia de no ser un inocente, /esta pureza en que ando por impuro./ Si me dieran a elegir, yo elegiría/ este amor con que odio,/ esta esperanza que come panes desesperados. /Aquí pasa, señores, /que me juego la muerte.”

Con los nombres citados del Parnaso particular la Cuarentena se sobrelleva de otro modo. Pero no niego que el viejazo llega como lo que es, un otoño desaliñado, febril, en cuarentena, un tomo y obligo que nadie se esperaba enfrentando un mostrador que nadie visitaba y se llena de penumbras porque hasta eso, pocas luces tiene un atardecer donde no esperamos a nadie. En una palabra: viejazo. Salvémonos cantando. …”Oh no, no, no /No hay ninguna vibración/ Aunque vives en el mundo de cine/ No hay señales de algo que vive en mí/ Voy yendo de la cama al living/ Sientes el encierro /Voy yendo de la cama al living”. (Charlie dixit). Y se sube el volumen…así se enojen los vecinos.