Siguen negando, los titulares de las carteras de Cultura, como los de Educación, el fenómeno que significó (aún en curso: significa y significará) la Peste en mi Pago.
En muchos casos la negación es simple ignorancia. En otros ignorancia, displicencia, egoísmo y terquedad. Que no lo vean no quiere decir que no suceda, sino que nos dejarán desamparos de eso, de amparos, de previsiones ante un mundo nuevo. Estamos ciegos porque nos gobiernan ciegos. Todo el poder aun Polifemo. El que sea. El mañana sucede.
Debe insistirse en este punto: este es el Siglo XXI. Las leyes laborales, el mismísimo Contrato Social está en la mesa de discusiones. La relación materias primas y manufacturas. El mundo nuevo, con la Peste a cuestas, es un sitio donde el algoritmo y la tecnificación dan apertura a una re lectura global que trae alteraciones que han sido desdeñados por funcionarios que – es justo decirlo – no soñaban, ni en la peor pesadilla, tener que rendir este examen de eficiencia. La Peste en mi Pago indicó el fin de la rutina en la gestión. La ineficiencia es reina.
Las áreas de Economía, Política económica y Desarrollo de la sociedad (pueden tener nombres ministeriales diferentes) no terminan de encontrarle una salida al facto: la Peste.
De hecho Seguridad (monopolio de la fuerza) Salud (supervivencia del grupo, la especie) y el valor de la moneda en las Relación Trabajo/Producción (valor del intercambio) están en estado de shock.
Se soltaron los fantasmas de las convenciones y las obligaciones. Hay una idea general que podría resumirse, groseramente, como esto: “a fornicar que se acaba el mundo” pero esto, ay, es un imposible. La cuarentena es una cárcel prejuiciosa.
El diferencial entre formas de apareamiento, de relaciones, de la pareja disfuncional y el encuentro para el desahogo se vio dura y feamente confrontado con la cuarentena y el contagio.
Todos los organismos que hacen estimaciones sobre producción, venta y consumo de droga sostienen que la falta de encuentros sociales concluyó en un balance diferente a un mercado negro que – a la vez – estuvo menos vigilado que lo usual,,, que era poco… y nada. Pero el asunto siguió / sigue su marcha. Al narcotráfico no hay Peste que lo pare. Es un dato. Esa economía negrísima no estuvo azotada por el vendaval y solo tuvo un golpeteo financiero por la vieja ley de oferta y demanda y todos sostienen: creció la demanda y mas, aún mas: creció la violencia. Otra vez: los números la cuentan.
Sin fiestas “tecno” el mercado del “pastillerío” tuvo su cimbronazo y las superfiestas se convirtieron en clandestinas. Los músicos tuvieron que aprender el sistema “Comunicación / Streaming / Tarjeta bancaria” y allí el ocultamiento de porcentajes es imposible, como dura la tarea para que el sistema “pague para ver” les solucione el día a día.
La pobreza, junto a la soledad, la falta de encuentros, la tristeza del cuarto de los amantes, como el quiebre de los hoteles por hora, son parte de las secuelas sociales que la Peste suma al tejido social sin que nadie las resuelva. Foto colorida: se vendió muchio menos champagne.
Las maestras en negro dando clases particulares, como el sexo a domicilio, el Delivery para la coca y/o la marihuana son parte de un menudeo de instrucción, vicio o desahogo que todos sabemos que existe y que nadie puede atajar.
Qué música es la que viene… y la música es un eje del hombre, así sea tomado como animalito. La música es un lenguaje, como el de los gestos, como el del sexo. La peste trajo un tartamudeo a los plurilenguajes que la sociedad nos oferta y que obliga diariamente a entender y transmitir. La disfemia mal curada es el miedo mas reconocido por los que estudian las costumbres del porvenir ¿Cómo seremos?
Allí está el punto final. No sabemos qué hay apenas doblemos en el próximo recodo. Nadie conoce las secuelas físicas de la Peste. Tampoco las socio económicas. Confiamos que no sean el abismo.
Las previsiones indican que sexo, drogas, música, el pez volador que soñamos son diferentes, como diferente la billetera y el perdón de los pecados. La Peste en mi Pago cambió todo pero no como decía Giuseppe Tomasi Di Lampedusa. El Mañana, como destino inatajable, no es una novela que dejamos en el tercer estante, a la derecha, de la vieja biblioteca.